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XXVI

Y Dios que dió la ausencia, dió la mente
para evocar recuerdos del pasado
y dar vida ideal al ser ausente.
En sus hondas tristezas refugiado,
el corazón escucha, mira, siente
la voz, la forma del objeto amado:
labra una estatua, y con su propio aliento
le da vida, calor y pensamiento.

XXVII

Jorge, los ojos al alzar, veía
sobre las hierbas, entre el denso velo
que tiende al mundo el expirante día, —
como formada de un girón de cielo,
la dulce imagen que soñar solía
tenue flotar sobre el obscuro suelo, —
convertirse en mujer, gallarda alzarse,
de onda de luz en carne transformarse.