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XXXIV

Pero, es en vano que huya el caballero
en fogoso corcel, y que del llano
busque el confin, y que el punzante acero
de las espuelas clave; es todo en vano!
De Silvia la visión, salto ligero
dió en los aires, tendió la blanca mano,
y de los hombros de su amante asida,
va en las ancas sentada y á él unida.

XXXV

La siente Jorge, vuelve la mirada,
y es más hondo el pavor que le domina
cuando ve la cabeza enamorada
que en sus doblados hombros Silvia inclina;
cuando la cabellera desflocada
de la visión celeste y peregrina
sacude el manto de oro, y, suavemente,
le toca con sus hilos en la frente.