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116 — Arturo Trailles

en tan punzante angustia, que podía á un tiempo reir y llorar.

— ¿En qué piensas? — le preguntó la señora, entre el bullicio del partir de los visitantes.

— En que si la madre de esta niña era ya una bella página, el tiempo ha corregido en la hija algunas faltas de ortografía.

Laura que lo oyó, abandonando el tono con que contribuía á la algazara, se volvió hacia él, con afectuoso interés:

— ¿La conoció Vd. señor?


* * *

Cuando Arturo vió salir á todas, creyó que su juventud vuelta á nacer, se iba por la puerta, vestida de colores claros. Laura, que se quedaba, entonó en el cuarto vecino las estancias á Ninón, y un tumulto de voces que subió del jardín ahogó el canto de Musset.

Arturo salió al balcón; los peones se divertían con las bombas de riego. Entre el bullicio y los chorros de agua, saltaba un gigante, alegre como un niño.

Laura, atraída por el animado cuadro, se acercó al poeta, y hermosa, fresca, le envolvió en un efluvio de vida penetrante.

Él dijo algo que ella no oyó ó no quiso oir, como que no le interesaba. El sol, bastante inclinado, doraba los jardines vecinos, los