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138 — Cuento de Navidad

árbol y decidme si podría resistir un viento, y eso es nuestro progreso. Edificado en el aire, todo en él es postizo: reverberos, dijes, juguetes de Francia, juguetes de Inglaterra: ¡dónde está la flor, el fruto espontáneo de la planta firme en la tierra, podada, regada! ¿dónde? ¿decid?... Qué había de decir el otro que cogido de un brazo suspiraba por algo con hielo, interrogando á las paredes por una puerta salvadora.


* * *

Mimí se ha muerto como se mueren muchos niños: la vida se venga del prófugo despidiéndole con atroces dolores. Después lo pálido les presta sobrenatural belleza, de más allá de la muerte, quizá del cielo.

Marta se ha dormido; el condenado duerme aún antes del suplicio y sueña con la vida. Ella sale de un templito radiante y se alboroza con el santo júbilo.

La Virgen besa al prodigioso Niño, que arrancó suspiros á la tierra, y nace inundándola de esperanzas inefables. Los pastores van murmurando villancicos perfumados como lirios de Idumea, y oraciones elocuentes como el puro amor.

Rumores de roces ideales encantan el pesebre, y en la plácida noche se difunde, con