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CUENTOS

ficados sus atavíos, porque en la faena de la comida fueron despojándose de todos aquellos adornos menudos y embarazosos, casi siempre, para el trabajo. El ruido, la algazara, el parloteo finales de toda reunión que se concluye, sonóle á don Baltasar á despedida eterna de sus ilusiones de político, porque eran breves y secos los ofrecimientos, y en ellos se leían claras estas palabras: "Bueno, amigo, ya nos ha dado usted de comer, que lo pase bién, y que se repita!" Esto leía en todos los amigos que se marchaban.

Cuando el último se alejó, y sólo quedaba la gente de su casa, don Baltasar tuvo un instante de profundo desaliento y de desesperación, y dando un golpe á la puerta de calle, golpe que se oyó en toda la ciudad, la cerró como para que no se abriese jamás.