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CUENTOS

mo se sigue adelante en este infierno?" me dijo en tono tan cariñoso que fué para mi toda una resurrección:

— "No tenga cuidao, patroncito; larguelé no más la rienda á la parda, que ella no ai errar el camino. No la apure y dejelá descansar cuando ella quiera."

Y esto diciendo, empezó la ascensión de la tortuosa senda, cuyas mil y una espirales las sentía yo por los movimientos, pero no porque viese el suelo donde pisaba. A la sombra de la noche vino á añadirse la neblina opaca, espesa y fría, corriendo en masas inmensas y mudas, aglomerándose sobre las hondas quebradas, cubriéndolo todo, la tierra y el cielo, ante nuestros ojos que muy pronto ya no distinguieron sino una tela, ó mejor dicho, la nada, como si de súbito hubiésemos perdido la vista.

Eterna parecióme aquella subida, y á no ser el ruido de los pedruscos hollados, habríame creído viajando en el seno