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CUENTOS


Dies irae, dies illa
Solvet seclum in favilla...

No pude resistir más tiempo; ahogábanme las emociones; la imaginación me torturaba haciéndome ver y traducir en formas espantables y dolientes aquellos vendavales furiosos, aquellos lamentos intensos, aquellas armonías errantes, aquel canto seco y grave de los sacerdotes en diálogo misterioso con el órgano, y por último, la influencia del grandioso espectáculo sobre mi espíritu y mi cerebro, dos enemigos atados á mi existencia, que no me permiten gozar un punto de reposo, porque el uno me arrastra detrás de su vuelo fantástico por mundos imposibles y el otro me tortura con sus recuerdos y con sus visiones de tiempos y de cosas mejores, y los dos me agitan sin cesar desde el pasado al porvenir, desde la vida á la muerte, de uno á otro extremo de la nada donde empieza y concluye nuestra fugitiva existencia.

Salí á los claustros y al jardín del con-