—" ¡Carmen!!"— una sombra densa que no debía salir jamás, entró en ese instante en el cerebro del desgraciado Mauricio. Pasó un breve intervalo de la inconsciencia pasajera del vino, á la irreparable, á la eterna tiniebla de la locura.
Cuando la gente de su casa, viendo llegar á tales horas la mula ensillada que montaba Mauricio, dando bufidos aterrorizados, corrieron á buscarle con ansiedad y con negro presentimiento. Recorrieron el campo y las selvas, gritaban, llamaban con acentos casi sollozantes en el fondo de la noche al infeliz muchacho, y cuando ya el día aclaró los rastros de la tierra pudieron encontrarle... Venía solo, á pie, cantando coplas alegres con acompañamiento de una guitarra que se imaginaba llevar en las manos... No conocía á nadie y hablaba á todos de cosas extraordinarias, incomprensibles, pero siniestras.
Sus palabras de loco eran relámpa-