Página:Cuentos clásicos del norte (Segunda serie).djvu/261

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
248
Cuentos Clásicos del Norte

se había anticipado este golpe largo tiempo, pudo rehacerse mejor contra su violencia,

—¿Abriste una fosa para mi padre en el desierto? —fué la pregunta que expresó inmediatamente su piedad filial.

—Mis brazos estaban débiles; pero hice lo que pude,— replicó el joven en voz baja. —Elévase una magnifica piedra tumularia sobre su cabeza y, ¡pluguiera al cielo que me sea dado reposar tan tranquilamente como él!—

Observando Dorcas el extravío de sus últimas palabras, no inquirió más en aquella ocasión; pero su corazón se tranquilizó a la idea de que Róger Malvin no había carecido de los ritos funerarios que era posible procurar. La historia del valor y la fidelidad de Rubén no perdió nada de su fuerza cuando Dorcas la refirió a sus amigos; y el pobre joven, al dejar con vacilante paso su cuarto de enfermo para respirar la brisa soleada, hubo de sufrir la miserable y humillante tortura del inmerecido elogio general. Todos reconocían que era digno de solicitar la mano de la hermosa doncella a cuyo padre había sido fiel "hasta la muerte;" y como mi cuento no es de amor, baste decir que pasados algunos meses Rubén llegó a ser el esposo de Dorcas Malvín. Durante la ceremonia nupcial el rostro de la desposada brillaba con reflejos sonrosados; pero el semblante del esposo estaba pálido.

Atormentaba ahora el corazón de Rubén Bourne un sentimiento incomunicable; algo que debía ocultar cuidadosamente a la persona que más amaba y en quien más confiaba en el mundo.