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El Entierro de Róger Malvin

cimientos de la frontera. Rubén Bourne era, sin embargo, un propietario descuidado: en tanto que las tierras de los otros fructificaban anualmente cada vez más, las suyas se arruinaban en igual proporción. El desaliento por la agricultura había disminuido con la terminación de la guerra india, durante la cual viéronse los hombres obligados a manejar con una mano el arado y el mosquete con la otra, juzgándose afortunados si los salvajes no destruían el producto de su arriesgada labor, ya en las sementeras o en los graneros. Pero Rubén no aprovechó de las nuevas condiciones del país; ni tuvieron éxito sus escasos intervalos de aplicación industriosa a sus negocios. La irritabilidad por la cual había llegado a distinguirse era otra de las causas de su decreciente prosperidad, ocasionándole continuos disgustos en sus inevitables relaciones con los colonos vecinos. El resultado de todo esto fueron juicios innumerables; porque el pueblo de la Nueva Inglaterra, en los primeros tiempos y en medio de las salvajes condiciones del país, adoptaba siempre que le era posible el método legal para zanjar sus diferencias. En una palabra, la gente no simpatizaba con Rubén Bourne; y, completamente arruinado algunos años después de su matrimonio, restábale un sólo recurso para luchar contra la mala suerte que venia persiguiéndole: abrirse paso entre los rincones más escondidos de la selva y procurarse la subsistencia en algún paraje virgen del desierto.

Rubén y Dorcas teman un hijo de su matrimonio, llegado ya a la edad de quince años, her-