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IV
Andersen

primaria, se atrevió á escribir un drama, «una tragedia, dice el mismo Andersen, en la cual, natuturalmente, moría todo el mundo.»

No hizo este solo ensayo en edad tan temprana: después de la tragedia que acabamos de mencionar, escribió otra, entre cuyos personajes figuraban un rey y una reina, y como le hicieran notar que el lenguaje de la corte era muy distinto del que hablaba el vulgo y que él ponía en boca de sus encopetados personajes, se procuró un diccionario en el cual figuraban términos alemanes, franceses é ingleses, y mezclados y revueltos en monstruosa confusión, los puso en boca de los reyes de su comedia. Bien es verdad que nadie entendía sus discursos, pero así evitaba el ingenioso niño que sus reyes se confundieran con el vulgo.

La candorosa infancia de Cristián abunda en incidentes de esta naturaleza. Era la casa paterna como el humilde nido de ese tierno pajarillo de la poesía, que sentía abrasadoras aspiraciones, y que sin embargo no podía volar, pues carecía de las dos alas indispensables, la instrucción y la fortuna para adquirirla.

De muy niño entró de aprendizi en una fábrica; pero no sólo era inepto para el trabajo, sino que distraía á los trabajadores, siendo la diversión de todos con sus cantos-tenía una voz magnífica-y con los trozos de comedia que se había aprendido de memoria y recitaba con chocante seriedad.

Así entretenido en sus juegos y escarceos literarios pasó de su infancia á su primera juventud. Catorce años tenía cuando se fué á Copenhague ansioso de celebridad. Su padre había fallecido, y su madre, casada en segundas nupcias, antes de consentir su partida, pasó á consultar el caso con una vieja que decía la buena ventura, la cual predijo que algún día la ciudad de Odensea haría iluminaciones en honor de Cristián.