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XII
Andersen

Su testamento es un rasgo apreciable de su carácter. De su modesta fortuna, adquirida á fuerza de trabajo y perseverancia, hizo dos partes. Legó la primera á varias bibliotecas y otros establecimientos de enseñanza, con lo cual demostró su cariño á la nación que tan bien había acogido sus obras y su interés por el pueblo, ávido de instruirse. El resto lo legó á, los descendientes del conse jero Collin, pagando con ello una deuda de gratitud al bienhechor generoso que, al propio tiempo que rehusaba una de sus juveniles producciones dramáticas, le abría las puertas de un colegio para que adquiriese la instrucción necesaria y le ponía en condiciones de llegar á ser uno de los primeros escritores de su país.

Andersen escribió un día que las ideas generadoras de sus cuentos brotaban en su imaginación de repente, y sin darse cuenta de ello, como las melodías nacen en la cabeza de los compositores, con fuerza espontánea é inexplicable. Tan cierto es esto que en los cuentos de nuestro autor no se descubre el menor esfuerzo, el menor asomo de tortura; y sin embargo son á cual más originales.

La primera cualidad de los cuentos, según opina un ilustrado crítico, es que á un tiempo agraden á los niños y á los ancianos, es decir á los que están destinados á escucharlos y á los que deben transmitirlos. Los de Andersen reunen y aun exceden á esta condición, pues agradan lo mismo, á la niñez, á la juventud, á la edad viril y á la ancianidad, y no sin un poderoso motivo; pues es tan privilegiado el genio del autor, que responde á las más nimias exigencias de todos los gustos y edades. No se pierda de vista que Andersen á más de poeta es filósofo.

A fuer de poeta posee una originalidad portentosa, una inventiva inagotable, una imaginación sorprendente, un sentimiento intenso y tan sobrio que