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XIII
y sus cuentos

nunca incurre en fastidiosas declamaciones, una fantasía rica y espléndida, suavidad en los toques, colorido en las descripciones, gallardía en las imágenes, flexibilidad, delicadeza y gracia abandantes, y una ironía fina, humorística, que no traspasa los estrechos límites de lo lícito y agradable, conmueve el corazón humano y de la naturaleza, y véase con cuánta razón podremos colocarle entre los primeros poetas de nuestro siglo.

Pero Andersen es filósofo por el sentido que entrañan todas sus obras. ¡Cuán profunda intención no aparece en todas ellas! A ello se debe tal vez que sean tan gustadas. El autor no se esfuerza en demostrarla ni ponerla en relieve: la intención se desprende siempre del conjunto y de los detalles más insignificantes de sus admirables cuentos, espontáneamente, como la luz brota de los cuerpos luminosos y la fragancia de las flores. No puede hallarse más íntimamente fundida la intención filosófica con las condiciones estéticas; y en el particular, si es admirable este maridaje tan feliz, no son menos de aplaudir y celebrar el tino y el buen sentido del escritor danés por prestar culto á la moral más pura y á los sentimientos más honrados, sin hacer nunca alardes de piedad, de virtud, ni de mojigatería.

La nota característica de los cuentos de Andersen es la pureza, la delicadeza, la suavidad, así en la parte literaria como en luin sentido moral y filosófico.

Con gusto demostraríamos la exactitud de nuestro juicio refiriéndonos particularmente á cada una de las obritas de la presente colección; pero preferimos dejar íntegra esta tarea al criterio de nuestros lectores. Estos verán que como dice el mismo Andersen en su Sopa al asador, «el poeta es un hechicero.» Andersen con la varilla mágica, de su genio privilegiado no sólo supo animar el corazón de los