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Escenas de corral

—«Vamos, dijo el pájaro: veo que ayer brillaba el sol para mí; y que hoy el aire es pesado, el cielo oscuro...»

—«¡Cuántos dislates! ¿Habéis olvidado que no os conozco sino desde esta mañana? Verdaderamente sois muy tonto, amigo mío.»

—«Os pido perdón. Pero no me miréis con esos ojos tan airados: me dais miedo.»

—«¡Imprudente! gritó la Portuguesa. Pues señor, no me compara con el gato, con este feroz animal, á mí que no tengo una sola gota de sangre que no sea noble? Me dais tal compasión, que voy á tomarme aun el cuidado de corregiros. Así aprenderéis á portaros como es debido. »

Y para corregirle le dió un picotazo tan tremendo, que el pobre pájaro cayó muerto, con su delicada cabeza separada del cuerpo.

—«¡Magnífico! dijo la Portuguesa. ¿Quién había de creer que no podría sobrellevar la más ligera corrección? De todos modos, está bien. Este pájaro no había nacido para vivir en este mundo. Tengo la conciencia tranquila; yo he sido para él una buena madre, porque al fin y al cabo yo soy muy sensible.»

En este momento el gallo lanzó un grito formidable.

—«Con vuestros chillidos me estáis aturdiendo, dijo la Portuguesa. Vos tenéis la culpa de todo. El pájaro se ha quedado sin cabeza, y la mía se me va.»

—«No se ha perdido gran cosa,» dijo el gallo.

—«Hablad de él con más respeto, respondió aquella. Sabed que tenía un talento muy grande, que cantaba admirablemente, y que era muy lindo, muy dulce, lodo ternura. ¡Pobrecito! Calculad que es muy raro encontrar tantas cualidades reunidas en un pobre animalillo, aunque es todavía más raro encontrarlas entre esos seres que se llaman hombres.»

Y los patos acudieron en tropel á ver al difunto,