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La Pulgarcilla

garcilla alegre y risueña como de costumbre. Poco sabía el pesar que le aguardaba; pero en breve se encontró rodeada de agua por todos lados, y sin medio alguno de salir de esta situación y ganar tierra, por lo que rompió á llorar amargamente. Era la primera vez que lloraba.

Cuando el sapo viejo que había bajado al légamo del pantano á disponer los departamentos, los hubo decorado convenientemente en honor de su futura nuera con hojas de caña y pétalos de lirios y nenúfares, subió de nuevo á la superficie é hizo la presentación de su hijo á la Pulgarcilla en calidad de novio.

—«Tendrás con él, le dijo suavizando la voz todo lo posible y deshaciéndose en cortesías, un marido excelente; es verdad que esto y algo más mereces.»

—«Coac, coac, breke-kek» fué lo único que supo decirle el joven.

Y entrambos cogieron el pequeño lecho para trasladarlo á lo que ellos llamaban su palacio. La Pulgarcilla se quedó sola y lloraba cada vez más, al verse condenada á pasar la vida junto á los dos monstruos. Los pececitos del arroyo que habían oído las palabras del sapo, asomaron la cabeza á ilor de agua deseosos de conocer á la niña, y al verla tan linda y encantadora, tuvieron por cosa muy horrible casarla á pesar suyo con un estúpido sapo.

—«No, esto no puede ser,» dijo uno con decisión, y los demás se reunieron en torno de la hoja de nenúfar y con sus pequeños dientes cortaron el tallo que la retenía, de suerte que la hoja flotando en libertad é impelida por la corriente, arrastró muy lejos á la Pulgarcilla. Pronto se encontró ésta fuera de peligro y la hoja seguía navegando a través de pueblos, bosques y praderas. Los pequeños pajarillos posados en los árboles saludaban á la niña con sus más alegres trinos, cual si quisieran desvanecer los últimos restos de pena de su corazón há