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LA MARGARITA


O

id lo que voy á contaros:

Fuera de la ciudad, en el campo, lindando con el camino se levanta una suntuosa quinta, que sin duda habréis visto todos vosotros más de una vez. La precede un jardín cubierto enteramente de cuadros de flores y rodeado de una verja pintada; y entre el jardín y la quinta se abre un foso alfombrado de césped verde y lozano, por entre el cual asoma una mata de margaritas.

Brillaba el sol, y como sus vivificadores rayos la acriciaban del mismo modo que á las magníficas y preciosas plantas del jardín, crecía y se desarrollaba por momentos. Una mañana la flor abrió su capullo, y sus hojitas blancas y brillantes rodearon el pequeño sol amarillo claro que constituía el corazón de la corola. Y á pesar de que nadie se fijaba en ella, y de que era una florecilla olvidada, no se regocijó menos de haber nacido, volviéndose agradecida hacia el sol, y escuchando con embeleso los cantos de la alondra que cruzaba el espacio.