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Historia de una madre

Y la madre, sin titubear un momento, aprető el zarzal contra su pecho para derretir el hielo que lo cubría. Las espinas desgarraron sus carnes y brotaron de las heridas gruesas gotas de sangre; pero el zarzal retoñó instantáneamente, cubriéndose de verdes y frescos tallos y de hermosas flores, en aquella noche de invierno. ¡Tan intenso y febril es el calor que alberga el seno de una madre afligida!

El zarzal le indicó el camino que debía tomar. Llegó la madre á orillas de un anchuroso lago, en el cual no había barca ni esquife, ni hielo bastante duro para pasarlo á pie, siendo por otra parte demasiado profundo para vadearlo. Y no obstante. le era preciso llegar á la orilla opuesta si quería encontrar á su hijo. Delirante de amor se arrojó al suelo tratándose de beberse toda el agua del lago, cosa enteramente imposible; pero la angustiada madre creía que Dios se apiadaría de ella y obraría un milagro.

—«No, no has de lograr lo que te propones, le dijo el lago. Repórtate un poco y veamos si hay medio de entendernos. A mí me gusta tener perlas al fondo de las aguas y veo que tus ojos ostentan un brillo que excede al de todas las perlas que he poseído. Si á fuerza de llorar logras que tus ojos se te desprendan, yo te conduciré hasta el invernadero que se levanta á la orilla opuesta, en el cual tiene la Muerte su morada, dedicándose al cultivo de flores y árboles cada uno de los cuales representa la vida de un sér humano.»

—«¡Oh! exclamó la madre, ¡qué es lo que no daría yo por recobrar á mi hijo!»

Y ¿quién hubiera podido imaginar, después de todo, que aún le quedasen lágrimas? Y sin embargo lloró amargamente, como no había llorado nunca, hasta que sus ojos se le cayeron de las órbitas al