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Una pareja de enamorados

¿Sabéis dónde estaba? En el cajón de la basura, cubierto de polvo, mondaduras, desperdicios de col y otras inmundicias repugnantes.

—«¡Ay de mí! exclamaba, ¿qué será de mi hermoso dorado, en medio de la morralla, de la escoria que me rodea? Tendió la mirada á su alrededor y vió entre unas hojas de ensalada, una bola, que habría podido tomarse por una manzana podrida, y era una pelota medio consumida y saturada de humedad, por haber pasado algunos años colgada en un canalón.

—Loado sea Dios, dijo al apercibirse del trompo dorado: por fin encuentro á un sér de mi misma especie con quien será posible conversar un rato. Tal como ves, amigo trompo, yo tengo el cuerpo de corcho de España y estoy forrada de tafilete, por cierto que me cosieron las delicadas manos de una bella señorita. Esto es tan cierto, que nadie podrá ponerlo en duda por poco que se tome la molestia de examinarme. Has de saber además que estaba en vísperas de casarme con una golondrina, cuando por una fatalidad de la suerte, me arrojaron á un canalón, en donde he permanecido colgada durante cinco años. ¡Mira, ay de mí, cómo me ha puesto la lluvia! ¡Mira qué hinchada y fea me he vuelto! ¡Figúrate qué suplicio tan cruel no había de pasar durante este tiempo y en tales condiciones una señorita hija de buena familia como yo!...»

El trompo no respondía una palabra; estaba meditabundo, pensando en su antiguo amor y adivinando muy bien que aquella pelota era el objeto que había inflamado un tiempo sus deseos juveniles.

En esto se presentó la criada para ir á vaciar el cajón de la basura.

—«¡Toma! dijo, aquí está el trompo de los niños.»

Y corrió á llevárselo, recobrando el sufrido juguete su antigua gloria. En cuanto á la pelota fué arrojada á la calle.