de recreo. En Carnaval asistía a fres seguidos, con flores en el pelo v guantes prestados.
Después... un episodio que Dolores no quería recordar, pero cuyos menores detalles tenía grabados, como en bronce, allá en no sé qué rincones del cerebro, donde habita la memo ria de las cosas tristes... Unos amoríos breyes, la seducción, la deshonra, el desengaño...
Historia vulgar y tremenda. La enfermedad trajo de la mano la miseria; el fruto de las entrañas de Dolores, mal nutrido por una leche excusa y pobre, languideció y sucumbió pronto, dejando contagiada a la niña de cuatro años, a Concha, con la horrible tos ferina, ios que arrancaba de sus fiernos pulmones estrías de sangre. No iuvo Dolores fiempo de llorar a su hijo; era preciso cuidar a su hermana, haceria mudar de aires en seguida... Y no po.seía un céntimo, y había empeñado hasta sus botas de salir a la calle y su único mandón. No olvidaria, no, la tarde en que, a cuerpo, tiriiando de frío, entró en la iglesia de San Efrén a rezar una Salve a la Virgen del Amparo. Al lado del camarin clareaba la reja de un contesomario; tras la reja, había un sacerdote. Arrodillada, con inexplicable consuelo, refirió todas sus cuitas. Al otro día la visitabatt dos socias de San Vicente de Paúl; al final de la semana le daban bonos de pan, chocolate y carne: de allí a medio mes colocaben a Concha