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Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/21

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E. Pardo Bazán

tica, superior a la humilde condición de costurera... Artistal En los días de beneficio de las actrices, Concha había leído versos de esos que se arrojan desde las galerias, impresos en papelnchos azules y amarillos, donde tras del epigrafe ca la eminente arrista folana» o a la célebre artista Mengana venia una serie de calificativos y epíletos, entrelazados como guirnaldas de flores. y se las llamaba huries, ruiseñores, ángeles y otras mil cosas así. ¡Una artista: Concha repetía en voz baja, cuando estaba sola, la fascinadora palabreja.

¿Cómo saldría ella de aquel apuro? ¿Se cortaria? ¿Se le olvidarían los versos? Jamás le había sucedido tal cosa; es verdad que al pisar el escenario le latía el corazón muy de prisa; pero luego recobralia todo su aplomo.

Sólo que aquella función era diferente de las demás: iratábase de una comedia en tres actos, y ella nunca había pasado de sainetes y piececillas; además, como el beneficiado era hijo de un portero de la Intendencia, el Intendente, persona sociable y bien quista en Marineda, había repartido las localidades todas entre lo más lucido del vecindario, y se susurraba que la función estaría brillante: lleno completo. En fin, un compromiso gravísimo.

¡Y los trajes! Para Consuelo se precisaban tres diferentes, elegantes todos: el del último acto, descolado y con cola. ¡Qué de mañas,