—¡De aquí alla!
—Cuando nos casemos—reiteró con firmeza el mozo—yo no consiento que vuelvas a representar, aunque se empeñe Dios del cielo... ¿Te has enterado?
—Bien... De aquí a que suceda eso....
—¿El qué?
Lo del casamiento.
—Yo me entiendo..... Cuando menos se piensa... En fin, ve acostumbrándote a la ideapor si acaso. No me gusta a mif, ni a ningun hombre blanco, queriendo a una mujer como te quiero a ti, oir que dicen en las butacas estupideces y barbaridades... al lado de uno mismo, con la poca crianza que tienen esos brutos de sefioritos, Dios me perdone...
—¿Y qué dicen?—preguntó curiosamente Concha, —Mil desvergüenzas... Que si tienes buen Este, y buen aquél, y... Calla, calla, que yo paso las de San Patricio... Un día hago un disparate.
Concha, may colorada, bajaba la cabeza; por fin, articuló entre enojada y vergonzosa: —¿Y a ti qué te importa lo que digan? Déjalos, hombre.
—De otra ya pueden decir pestes... ¡Pero de ti... que te quiero tanto como a mi madret Lo pronunció con tal fuego y sinceridad, que a pesar suyo la modista se sintió conmo