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Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/34

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Cuentos de Marineda

bizbajo, se aproximo nuevamente. Una invencible curiosidad de virgen la impulsaba a desear la caricia que había rehusado. Estaban próximos ya a salir del jardín, y a corta disfancia de él, como unos cien pasos, resplandecía el iluminado portal del Casino. Inclinó un poco la frente sobre el hombro de Ramóny éste, con arranque súbito y brioso, desprendió el brazo PL .. odearla la cintura, y la besó en la mejilla, con toda su fuerza, devorándola el culis. Concha sintió una ola de calientesangre que henchia sus venas. y percibió al mismo tiempo, con extraña lucidez. un olorcillo a alcantor y pimienta, sin duda emanación de la levita guardada hacía tiempo.

Apresuradamente salieron de jardín, él radiante, ella alur fida y temblorosa. ¡Si Dolores lo supiera! Las manos se la habían puesto frías. y una conmoción singular la imponiu silencio, Su novio la parecía ahora, sin saber por qué, más amable. y a la vez temible. Le miraba a hurtadillas, cual si no le hubiese visto bien antes. Como se uproximasen mucho al Casino, Ramón se inclinó hacia ella, y ella retrocedió instintivamente.

—Mira, Concha, mañana puede que tenga una gran noticia que darte...

—¿Qué?

No, por ahora nada... Por eso no quería hablar, hasta llegar aquí... Mañana te diré...