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Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/38

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Cuentos de Marineda

—Don Manolo, empezamos?

—Don Manolo, ¿qué se hace?

—¡Ensayar, señores... bruum!... si ustedesquieren; y ya saben lo que les he advertido: en los ensayos no hay que derrochar voz.

Piano, pianísimo.

El apuntador comenzó a decir, sin entonación ni transiciones, el papel de cada uno, que los actores repetian paseándose con las manos en los bolsillos o columpiándose en la silla. Las actrices, más cohibidas, no se atrevían, al recitar, a moverse del sofá ni a descoser los brazos del cuerpo. Gormaz las romó de la mano, suavemente: —Hijas, accionen Vds. un poco...

—Lo mismo que después? ¿Como si ya fuese la representación?

—No tanto, no tanto! [In poco; si la escena ha de ser de pie, no se dejen Vds, ahí quielas... Y Vds., caballeros, no alcen tanio la voz; jsi ahora no hay público que atiendal Eso... a ese diapasón. Ya verán Vds, como después hay que decirles que se esfuercen, porque no les oirá ni el cuello de la camisa...

¡Fjeem! Húganse cargo de que ahora no deben malgastar sus fuerzas: matizar, pero bajilo...

¡Eh... chss! caballero López. ¿a quién le cuenta V. eso? ¿a la puerta o a esta señorita?

Todo el mundo se rió. Gormaz en los enyasos se ponía nervioso, sudando, tosiendo