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Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/46

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Cuentos de Marineda

Dios! ¡Tres actos de Consuelo, el Orfeón, lecjura de poesías y un sainete! No se salía de alli menos de la una. Y el caso es que no cabía marcharse dejándoles con la palabra en in boca, por compromiso con el Intendente, que se picaría, de seguro, si se le hiciese un desaire a su protegido!... ¡Buen tipo tenía el protegido! Vaya un galán para el papel de Fernando! Las patillas postizas se le estaban cayendo: por no saber en qué ocupar las manos, no cesaba de dar vueltas a la cadena del reloj....

¡Pues y las mujeres! ¡Qué modo de vestirse!

Aparre de que no se les oía una palabra, y como estaban siempre pendientes del apuntador para hablar, resultaba que el ucto no concluía nunca... ¡Y qué acción! Lo mismo que esas muñecas a las cuales se les tira de un cordelito y levantan los brazos... La Consuelo pronunciaba más claro; a esa al menos se la entendía bien: ¡pero qué trazas de descarada y pizpirela!...

En las butacas también se comentaba lo indigesto de la función, con otra salsa más picante, y sobre todo, con tan unanimes elogios a la buena cara y simpática voz de Concha, que Ramón se volvió dos o tres veces impaciente y sobresaltado, como si algún bicho le picuse en la nuca. Sólo respiró el pobre novio al caer con pausa el telón tras la fuga de Consuelo.