Ir al contenido

Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/48

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
44
Cuentos de Marineda

de pelucona rancia, que aún hoy se ven en aldeanos del centro de Castilla y en algún torero.

Era un rostro movible, donde a intervalos se transparentaba. ya la ironía indulgente, ya la enérgica voluntad, vencedora de los muchos años. La nariz y barba, en demasía aficionadas a gastar conversación, hacían juego con el mondo cráneo. lleno de protuberancias y reluciente como marfil. La apostura era mucho más firme y desembarazada de lo que la edad pedía, y severo y correcto el traje. Así que Gonnaz reconoció a Estrella, de algunos brincos estuvo en su palco.

—¡Manolitot —Juanitol Ejeem! Se agradece, hombre, se agradece la venida. A la verdad, tenfa gusto en que hoy te dejases ver por aquí. Adiós.

Gálvez.

—Pues no faltaba más. Aqui me tienes. Y le daré un aplausillo a tu gente, para que no se te desanime. ¿Eh? Ya nos entendemos.

Estrella sonrefu; Gormaz le miró de an modo singular, y aquella ojeada que se cruzó entre los dos actores acostumbrados a declarar con la expresión tantas cosas, para Estrella fué equivalente a un discurso. Sin embargo, adivinó a medias.

—¿Qué? pronunció. —¿Qué, hay algo bueno que ver, eh? ¿Una chica guapa? ¡Ay, Manolo de mi vida! Si yo ya no sirvo de nada.