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Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/50

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Cuentos de Marineda

mitad y con un fruncimiento expresivo de cejas, casi anudadas sobre su enérgica nariz, bajó los gemelos. limitándose a asistir a la función resignadamente, como persona fina convidada a un espectáculo que nada le importa. Familiarizado con torpezas y gazapos de principiantes durante su larga carrera de neror y director de compañía, no alterzban su plácido reposo ni las salidas y entradas a des—empo, ni el modo de reciter monótono como salmodia de breviario o desmenuzado como picadillo, ni el ento duro, ni los brazos cosidos al cuerpo, ni las caras paradas, como máscaras de cartón. Gálvez le pisó disimuledamente el pie dos o tres veces, por supuesto con blandura. No dió señales de vida. Tal era su actitud cuando salió Concha.

Al verlu, Estrella dijo con indiferencia in1dulgente: Es bonita. hombre: cierto que sí.

Pero apenas hubo pronunciado algunos versos, cuando volvió a limpiar con rapidez los gemelos y a pegarlos a los párpados, endere zándose en la silla para mejor entender. De id atención pasó en breve al interés subido: sacó el cuerpo fuera, y en los palcos proscénicos empezaron a mirarle con sorpresa, mientras en las butacas se levantaban dos o tres cabezas, que pronto, por comunicación eléctrica, hicieron erguirse otras muchas. Poco a poco iodo el teatro se fijó en los movimientos de