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Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/51

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E. Pardo Bazán

Estrella. y la gente aburrida, que no acertaba a entretener aquellos actos interminables, se dedicó a observar pacientemente, como se observa en provincia.—donde la telaraña de la curiosidad teje y desteje cada día las mismas malias menudas.—la cara del eminente actor.

No cabia duda: lo que le llamaba la atención en la escena era la chica encargada del papel principal: bien: y por qué? ¿Por lo guapa?

Estrella había sido un gran conquistador en otro tiempo: puede que aun le durase el humor... Tan viejo? ¡Quién sabe! Sin cmbargo, los gestos aprobadores de Estrella desmentian la presunción de un flechazo súbi—Más bien parecía—cosa inverosimil—que lc agradaba el modo de representar de la chica. ¡Bah! Imposible. Gustarle a un aelor de lanto inério una aficionadilla de tres al carto! Y con todo... La verdad es que la muchacha poseía una voz tan fresca, fan clara, de un Timbre fan grato... El caso es que lo hacia mejor que las oiras: a ella se le oía y entendia lodo... Y no decia mal, no señor... Así favorablemente prevenido, pudo ya el público interpretar con exactitud el pensamiento de Estrella: y todas las dudas se disiparon cuando, al decir Consuelo aquella frase fatal que Trastorna la cabeza a Fernando, aquel femenil y perfido no seas ingrato, el actor, ahogando un ¡bravo! entre dientes, uplaudió con brío.