E PARDO BAZÁNlo que se llama un actor de facultades y fuerza, un Carlos Latorre, un Julián Romea... ¡A verva V. a hacerme el obsequio de decirme dónde está? Un actor de corazón, de esos que crean papeles de tal manera, que ya nadie puede hacerlos después, como el Sullivan de Romea, per ejemplo. ¿Pues. y las mujeres?... Ahí. ahí quiero yo que V. me replique... ¿Qué hay en mujeres, que hay? Cuatro gatitas que sueltan unos mayidos, que sacan unas colas de raso, y están pensando en ellas toda la noche... ¡Ah!
Los que hemos alcanzado a Bárbara y Teodora Lamadrid y a la pobre Matilde, con aquella gracia suya, y sobre todo, a la Concepción Rodríguez, la sublime trágica... ¿Te acuerdas ú de Concepción Rodriguez?
—¡Que si me acuerdo!—exclamó Gurmaz electrizado a su vez. Aun me parece que la estoy viendo y oyendo, con su voz que llegaba al alma... Di: ¿y no te parece a tí que esta chica fiene un metal de voz que, así que lo trabaje, podrá asemejarse mucho al de Concepción Rodriguez?
—Estaba pensando en decirielo... La voz de esta chica será un lesoro cuando la pueda explotar bien... Además, su figura es sumamenic bella.
—Por ahí le duele a Don Juan—exclamó Gálvez dándole una palmadita en el hombro.
—¡Quiá, hombre: Si a mí no me queda ya