das. Dolores, haciéndose la distraída, lo oyó Jodo.
Al salir Concha de la escena, contrastaba el semblante de las dos hermanas, vertiendo satisfacción el de la menor, ceñudo el de la mayor. Concha, sin reparario, se echó casi en brazos de Dolores con alegría de chiquilla.
—¿Has visto como me aplaudieron, has visio?
Anda, anda, ven a desnudarte—murmuró la hermann, extendiéndole por los hombros a foquilla y empujándola al focador.
Apenas estuvieron en él, al desabrocharla el cuerpo, la dijo en voz baja: —¿Y Ramón? ¿Es verdad que no está en el teatro?
—Jesús, mujer... ¿Qué sé yo? Aguarda...
Si. me parece que salió....
¿Que salió? ¿A dónde? ¿Cómo es eso?
—Siendo! ¡También es fuerte cosa que yo te lo he de decir!
—Concha, Concha! No te andes con guasas... Los hombres tienen poco aguante, y se cansan pronto de ciertas cosas... Hoy has llamado la atención de todo el mundo. ¡Dicen de fi primores!... ¿Qué tienes aquí?
—Un alfiler... [lly! Me has pinchado... No, lo que es hoy, entre el otro y fú...
Pronunció esto la niña medio llorando, impresionada, con esa facilidad con que las per