con un suave osconeo hecho sin abrir la boca, que remedaba el silbo del viento y el murmiullo del oleaje, ¡Ya se lo diría de misas mañana! ¡Largarse así. dejándola en una vergitenza delante de todo el mundo, para que aquellas mal intencionadas se riesen de ella!
¡No echarle siquiera la corona!
Entre tanto el Orfeón, sin interrumpir el acompañamiento imitativo, rompía en una melodiosa estrofa, que hablaba de la luna, las buteleras, el bogur, el barquichuelo: Concha oía maquinalmente; sus nervios se templaban, y a la rabieta sucedía una tristeza vaga, un deseo de amor. ¡Pasarle hoy tales cosus! ¡Hoy precisamente, cuando debía su novio estarla tan agradecido! Columpiada por la música, el recuerdo del jardín acudía, dulce, embellecido por la memoria y poetizado por el acompañamiento de la barcarola soñolienta... La sacaron de su distracción dos o tres socios que venían a felicitaria por su brillante triunfo, y el director de un periódico local, que le decía con aire de suficiencia: —Ya sabemos, ya sabemos que tenemos aquí una insigne artista, llamada a dar días de gloria a la Patria...
Estrella se había retirado de su palco, dlespués de hallur breves instantes con Gormaz.
Alguna gente de las plateas, alarmada por el anuncio de la lectura de poesías, desfilaba fam