CUENTOS DR. MARINEDA V. ni yo somos quién para decidir este asunto... Su hermanita de V. se calla... Pues ella es la que debe hablar: ¿está V? Lo que ella quiera, ¡bruum! al fin se trata de su porvenir.
—Yo supongo que oirá los consejos de su hermana advirtió Dolores.
—¿V. qué dice, Conchita?
Concha bajó los ojos y murmuró en voz sorda: Yo, qué quiere V.... así de pronto... Estas cosus hay que pensarlas... No sé; me ha cogido tan de susto...
—Ahora sí que ha hablado V. como un libro —dijo Gormaz levantandose.—No es pualada de picaro. Piénselo V., hija mia, pienselo V. todo el día de hoy. Esla noche a las ocho, que ya habrán Vds. salido del tallervuelvo a saber la contestación: porque Estrella, que acaba muy luego su compromiso aquí y se marcha a Zaragoza, necesita conocer lo más pronto posible su resolución de V. Conque hasta luego. ¿eh?
Y desapareció entre varios jejemun! y no pocos bruuni!
Solas ya las dos hermanas, Dolores se cruzó de brazos, y con expresivo meneo de cabeza, se plantó delante de Concha, sin promunciar palabra. Bien entendió Concha el senjido de la mínica, pero a su vez guardó silencio, un silencio que irrilé más a Dolores si