ella nunca vistas... Un destino ancho, grande, hermoso... Y por qué no quería Dolores?
¿Por miedo de dejarla? ¡Bah!... Se la llevaría consigo... ¿Por temor de que se perdiese?
¡No parece sino que en Marineda no se perdían a cada paso cientos de muchachas, de allí, del mismo taller, sin necesidad de salir a las tablas a representar!
Echaba estas cuentas hincando alfileres y más alfileres en la chillona percalina. El ruido claro y metálico de la tijera la traía a otro orden de ideas. Aquel destino desconocido le infundía, a la verdad, algún pavor. Ilasta el día de hoy, gracias a Dios, aunque pobres, nunca les había faltado el pan: ella había oido decir que los cómicos a veces pasan hambre, que tienen días de apuro terrible, que salen a la escena muy majos, con mucho vestido de seda y corona de reyes, y a lo mejor sin camisa... Sin ir más lejos, en Marineda se contaba que a Estrella le corrían mal los negocios, que le costaba trabajo pagar a su compañía, que en la fonda estaban algo recelosos... Una noche recordaba haber encontrado a las cómicas y cómicos que salían del ensayo: ellas iban hechas unas brujas, envuellas en loquillas de lana, con impermeables viejos, y todos mezclados, hombres y mujeres... ¿Si tendría razón Dolores?...
El taller, a la sazón, funcionaba activamen