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Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/75

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E. Pardo Bazán

veníus de prisa, y he procurado despachar luego a las que estaban...

Dolores tendió el manto para formar una especie de embudo que la protegiese contra toda indiscreción, y empezó el relato de los sucesos, los episodios de la víspera. la proposición de Gormaz, la actitud de su hermana, todo. A medida que hablaba, su corazón se ablandaba como la esponja al humedecerla, y poco a poco las lágrimas, suaves como el flujo del mar, subieron a los ojos y reshataron por las mejillas. La voz del confesor las detuvo.

—No hay que afligirse... ¡Pues apenas te me apuras! Yo no veo ahí sino imprudencias tuyas y chiquilladas de ella. Bien te adverti que esas funciones y esos teatros eran peligrosos... hasta creo que te había aconsejado formulaente cortar de raiz todo eso... La mayor parte de culpa la tienes tú. Ya ves cómo existe el riesgo donde menos se piensa.

—Sí; sí, serior; es my cierto, pero qué quiere V... Los malditos compromisos... ¡Quien había de pensar también que iban a buscar a mi hermana para cómica! Sólo el demonio puede enredar una cosa así.

—Vamos, ¿qué haces ahora con llorar?

Cálmate, hija.

—Es que veo su perdición segura... La chica es bonita, y yo... en fin... es un nial pen.samiento... Dios me perdone.