vuelo hacia regiones may distintas de aquellas en que el humilde ebanista moraha, era fácil que éste, de desesperado o de indignado, armase a Concha un escándalo tal, que el carácler vivo y entero de la niia se manifestase con nueva energía, afirmándose en su resolución.
Dolores temía a la poca habilidad del novio.
Además, era difícil decirle aquello al pobre hombre, cuando se mostraba tan contento con eus fondos y su próxima boda.
—Que se lo diga ella como pueda—pensó.Quizá por no decirselo...
Y con determinación repentina, poniendo familiarmente la mano en el hombro del ebunista, exclamó: —Bueno, pues me viene de perillas encontrarle. porque tenía justamente que hacer unas compras bastante lejos, y como Concha no vendría de buena gana, voy yo sola, y V. la lieva a casa. ¿eh?
Abrió el novio la boca, asombrado de taula agnanimidad en la rigida cuñada que, cosida a las enaguas de Concha, había sido hasta entonces un perro de prest; y Dolores, que advirtió su asombro, se dió prisa a añadir en son de broma: —Ya que trae tan buenas noticias, déselus V. mismo; no le quiero quitar ese gusto. Hagame el favor de llevarla... y espérenme los dos en casa, un momentito.