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Página:Cuentos de Marineda - bdh0000109075.pdf/84

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Cuentos de Marineda

mas no había olvidado el episodio de la mañana. Dirigióse a la modista con dignidad, y procurando sostener la cerilla quieta un momento, le preguntó si estaba su hermana, como dándole a entender que sólo a Concha correspondía honor de aquella visita. Fiel a su sistema de diplomacia, Dolores contestó que ya debía Concha estar de vuelta, porque era muy hora de que hubiese regresado dei taller; y añadió unas cuantas frases de sentimiento por lo obscuro de la escalera, la molesla que se tomahan, y lo cansado que era subir tanto. Añadió por vía de consuelo: Ya sólo faltan dos pisos.

Subiéronlos como pudieron, a puñados, a fuerza de cerillas y de [cjemm! cada vez más fatigosos por parte de Gormaz: Estrella no revelaba el peso de la vejez sino en la resomancia del pie, fardo en volver a alzarse después de que se sentaba en un peldaño. A la puerta de las modistas, Dolores dijo a Gormaz, que buscaba la campanilla a fienas: —No hay necesidad... Aun está puesto cl llavin.

En efecto, la llave, olvidada en la cerradura, probaba una distracción notoria en la persona que había entrado primero. Bastó con hacer girar el picaporte para que pudieran enIrar los visitantes, y encontrarse al punto en el único salón de aquel palacio modistil.