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venir por el paso de Lope. ¿Quieres introducir la confusion en sus filas por medio de un terror pánico, y forzarlos á que se retiren sin efusion de sangre? no tienes mas que herir esas figuras con el asta de la lanza mágica; mas si por el contrario quieres sangre, tócalas con la punta.»

El semblante del pacífico Aben-Habuz se cubrió por un momento de un colorido cárdeno, y el movimiento de su cana y poblada barba descubria el trasporte que agitaba todos los músculos de su rostro: tomó con mano trémula la lanza y se acercó á la mesa. «Hijo de Abou Agib, dijo, creo que se verterá una poca sangre.»

Dichas estas palabras hirió con la punta de la lanza algunas de aquellas figuras mágicas, y tocó las otras con