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—¡Antes perder el reino! dijo con resolucion Aben-Habuz.

—Te arriesgas á perder uno y otro, replicó el astrólogo.

—No seas tan áspero y desconfiado, ¡ó el mas profundo de los filósofos! Conduélete de la doble desgracia de un monarca y un amante, y busca algun medio de libertarme de los peligros que me amenazan. Nada me importan ya el poder ni la grandeza, solo suspiro por la tranquilidad. ¿No me seria dado hallar algun asilo, en donde lejos del mundo, de sus pompas y de su bullicio, consagrase el resto de mis dias al reposo y al amor?»

El astrólogo le miró por algunos momentos frunciendo las pobladas cejas.

«¿Y qué me darias, le dijo en fin,