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quecillos; mas nada podia descubrir. «Ved ahí, dijo el astrólogo, en lo que consiste la seguridad y el misterio de este lugar: nada puede distinguirse hasta que se ha pasado la puerta encantada.»

Luego que llegaron delante de la puerta, deteniéndose el astrólogo, enseñó al rey la mano y la llave misteriosas grabadas sobre el arco. «Las figuras que veis, dijo, son los talismanes que guardan la entrada de este paraiso: entre tanto esa mano no se baje hasta tocar la llave, ningun poder humano, ningun artificio mágico podrá triunfar del señor de esta colina.»

Mientras Aben-Habuz contemplaba embelesado, y en un silencio de admiracion y pasmo los misteriosos talismanes, el palafren de la