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cipe á la golondrina, y la detuvo á la que pasaba en uno de sus círculos por lo mas elevado de la torre.

La golondrina, segun su costumbre, andaba muy atrafagada, y apenas se detuvo el tiempo preciso para contestar: «Os aseguro sobre mi palabra, le dijo, que como tengo que acudir á tantas cosas de interes general, no me he detenido jamas á pensar en el objeto de que me hablais. Todos los dias tengo cien visitas que hacer, y otros tantos negocios importantes que examinar, los cuales no me dejan tiempo para ocuparme en los frívolos objetos de las canciones que se oyen en derredor de los nidos. En una palabra, soy cosmopolita é ignoro de todo punto lo que es amor.»

Quedó Ahmed en la misma duda,