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y su curiosidad se aumentó todavía con la dificultad de satisfacerla. Hallándose un dia discurriendo sobre este objeto misterioso, entró en la torre su anciano preceptor, y viéndole el príncipe corrió luego á su encuentro, y le dijo con el mayor interes: «¡Ó sábio Eben Bonabben! tú me has revelado una gran parte de la sabiduría de la tierra; mas hay una cosa que ignoro absolutamente, y en la que tengo vivos deseos de instruirme.

—Diríjame mi príncipe las cuestiones que quiera, y toda la inteligencia de su siervo está á sus órdenes.

—Dime pues, ó el mas profundo de los filósofos, ¿cuál es la naturaleza de esa cosa que se llama amor?»

El sábio Eben Bonabben quedó