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hayas perdido los dias mas preciosos de tu juventud sin conocer el amor? ¿Ningun sér de sexo diferente, ninguna hermosa princesa, ninguna jóven agraciada ha cautivado tu corazon, y hecho nacer en tu seno una dulce inquietud, un conjunto agradable de penas y deseos?

—Ya empiezo á comprenderte, dijo el príncipe suspirando; mas de una vez he esperimentado una inquietud semejante á la que me dices sin adivinar la causa. Mas reducido á esta espantosa soledad, ¿dónde podré hallar un objeto tal como tú le pintas?»

La conversacion continuó aun por algun tiempo sobre el mismo objeto, y la primera leccion que recibió el príncipe fue completa.

«¡Ay! esclamó despues, si el