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el buho conocia todas estas guaridas secretas, y su aficion á las ruinas era igual á la de un anticuario.

Llegaron en fin á Sevilla una mañana antes de salir el sol, y el buho, que detestaba la luz del dia y el tráfago de una ciudad tan populosa, se quedó fuera de los muros, y puso su cuartel en el hueco de un árbol.

Entró el príncipe en la ciudad, y no tardó á hallar la torre mágica, que descollaba por encima de las casas, no de otra manera que una palma sobre los matorrales del desierto. Dicha torre era la misma que existe hoy, y es conocida con el nombre de la Giralda. Una escalera trabajosa condujo al príncipe hasta la estancia mas elevada, en donde halló efectivamente al cuervo cabalístico. Era este un pájaro viejo, de cabeza cana y plu-