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tos de la belleza, ¿habeis tal vez encontrado en el discurso de vuestros viages el original de este retrato?»

Tomó el papagayo el retrato entre las garras, volvió á uno y otro lado la cabeza para observarle con ambos ojos, y esclamó en fin: «Ve aquí, por vida mia, una liada cara; sí, cierto, una cara lindísima. Mas como yo he visto en mis viages tantas mugeres hermosas, me seria muy difícil.... pero no.... aguardad.... sí.... ahora me acuerdo de estas facciones.... no, no me engaño: esta es la princesa Aldegunda: ¿es posible que haya yo podido desconocer á una de mis mayores amigas?

—¡La princesa Aldegunda! repitió el príncipe; ¿y en dónde la hallaremos?