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el corazon de la princesa, y os prometo un puesto distinguido en mi córte.

—Lo acepto de todo corazon, dijo el papagayo; pero cuidado, que ha de ser un bocado sin hueso, porque nosotros los sábios tenemos horror al trabajo.»

Conviniéronse muy pronto en las condiciones, y saliendo inmediatamente de Córdoba llamó el príncipe al buho, le presentó al nuevo compañero de viage como un sábio concolega, y todos juntos tomaron la vuelta de Toledo. Caminaban con mucha mas lentitud de la que el impaciente Ahmed hubiera deseado; mas el papagayo, como acostumbrado á la vida de caballero, era poco amigo de madrugar; y el buho por otra parte queria echarse á dor-