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tiempo, tienen impresa la grandeza de los recuerdos históricos; esas torres en fin, en donde vivieron y meditaron tantos de mis antepasados.

—¡Bah! dijo el papagayo interrumpiendo sin piedad al buho en medio de sus trasportes de anticuario, ¿y qué nos importan á nosotros todos esos vejestorios de torres arruinadas, ni las antiguas historias de vuestros abuelos? Otra cosa hay aquí que interesa mucho mas directamente á nuestro objeto. Ved ahí el asilo de la juventud y la belleza: ya en fin, ó príncipe, teneis delante de vuestros ojos la morada de la princesa que hace tanto tiempo buscais.»

Dirigió el príncipe la vista hácia el punto que indicaba el papagayo, y