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Fez, centelleaban rebutidos de diamantes; embrazaba un escudo redondo, y llevaba la lanza encantada. El caparazon del caballo árabe estaba ricamente bordado y colgaba hasta el suelo, y el fogoso bruto hacia graciosas corbetas, arrojaba humo por las narices, y daba alegres relinchos al verse de nuevo en un campo de batalla. El noble ademan y gallardo talle del príncipe Ahmed cautivaron la atencion general; y cuando fue anunciado bajo el nombre del Peregrino de amor, todas las damas de las galerías esperimentaron una agitacion estraordinaria.

Entre tanto, al presentarse Ahmed para entrar en la liza, le fue cerrada la barrera; porque para ser admitido al combate era indispensable ser príncipe. Declaró su nombre y