Página:Cuentos de la Alhambra (1833).pdf/255

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
(243)

entrase el cantor. Viéronse los dos amantes y fueron discretos, pues se contentaron con dirigirse mútuamente algunas tiernas miradas que decian mucho mas que largos discursos. Nunca se vió triunfo mas completo: las rosas aparecieron de nuevo en las megillas de la encantadora Aldegunda; sus labios recobraron su frescura, sus ojos su brillo seductor.

Mirábanse atónitos los médicos, y el rey consideraba al beduino con una admiracion mezclada de respeto. «Jóven prodigioso, esclamó, quiero que seas mi primer médico, y jamas tomaré otros remedios que tu dulce melodía. Por ahora recibe la recompensa que te es debida; elige la joya mas preciosa de mi tesoro.

—Ó rey, contestó Ahmed, el