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oro, la plata ni las piedras preciosas tienen á mis ojos muy poco valor; mas tú posees una reliquia, un cofre de madera de sándalo que encierra una alfombra de seda. Dame pues ese cofre y nada mas deseo.»

Todos los circunstantes quedaron sorprendidos de lo moderado de la eleccion; y mas aun, cuando traido el cofre, fue sacada la alfombra: la materia era seda, el color un verde muy hermoso, y estaba cubierta de caracteres hebreos y caldeos. Los médicos de la córte se miraban encogiéndose de hombros, y sonriéndose de la simplicidad de su nuevo compañero, que se contentaba con tan módicos honorarios.

«Esta alfombra, dijo el príncipe, cubrió en otro tiempo el trono de Salomon, el mas sábio de los mo-