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los corazones, y á poco rato ya estaba el pueblo entero en movimiento para obsequiarnos. Visitónos el alcalde en persona, y la misma huéspeda llevó con gran ceremonia á nuestro cuarto un gran sillon de juncos para que el ilustre viagero pudiese sentarse con mayor comodidad. Hicimos cenar con nosotros al comandante de los fusileros, el cual nos divirtió sobremanera con la animada relacion de una campaña que habia hecho en la América del Sur, y otras hazañas amorosas y guerreras, que debian todo su interes á sus ampulosas frases y multiplicados ademanes, y sobre todo á cierto movimiento de los ojos, que sin duda queria decir mucho. Pretendia saber el nombre y señas de todos los bandidos de la provincia, y se prometia