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jante visita, y así, por un impulso espontáneo de caridad, le dimos algunas monedas, un pedazo de pan blanco y un vaso de buen vino de Málaga. Recibiólo todo con reconocimiento; mas sin manifestar con ninguna bajeza su gratitud. Luego que probó el vino, le miró al trasluz, y mostrando cierta admiracion se lo bebió de un sorbo, diciendo: «¡Cuántos años ha que no habia yo probado tan buen vino! Esto es un verdadero cordial para los pobres viejos.» Contempló luego el pan, y dijo besándole: «Bendito sea Dios.» Dicho esto se lo metió en el zurron, y habiéndole instado nosotros para que se lo comiese en el acto: «No señores, replicó; el vino era preciso beberlo ó dejarlo, mas el pan debo llevarlo á mi casa y partirlo con